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La figura del consiliario en la Acción Católica

Mons. Doménico SIGALINI

Introducción
Ofrezco algunas ideas expresadas libremente sobre el Consiliario en la AC después de una breve introducción teológica que repito con frecuencia, pero que considero importante recordar, a costa de recaer siempre en la mentalidad del templo. Es una reflexión teológica útil que ayuda a laicos y a sacerdotes a establecer una relación correcta al interior de la Iglesia.

1. No somos curas del templo, sino sacerdotes de la nueva alianza
El nuestro modo de pensar en el sacerdocio está todavía ligado a la mentalidad del A. T., por lo que vemos contraposición entre sacerdocio y laicado.
A sido siempre una gran aspiración del hombre la de poder encontrarse con Dios: “Muéstranos, Señor tu rostro…”, “Las lágrimas son mi pan, mientras me dicen ¿dónde está tu Dios?…”
En el A. T. el sacerdocio fue “inventado” para hallar una respuesta a esta búsqueda. En el A. T. había una clara separación entre los sacerdotes y los simples israelitas. Existía una casta dedicada en exclusiva para el servicio del santuario. Nadie podía acercarse, bajo peligro de muerte (cfr. Núm.). La religión antigua está fundada en la distinción sacro-profano, sacerdotes-laicos, culto-vida.
El culto estaba organizado a través de un sistema articulado de separaciones rituales. El hombre para llegar a Dios. Tiene que ser santificado, pasar de la profanación a la santificación y esto sucede solo a través de múltiples separaciones rituales. (cfr. Heb.9). El encuentro con Dios está ligado a:
– Lugar santo, separado de las actividades ordinarias con numerosas reglas para llegar, con la necesidad de un mediador, el sacerdote, preparado para esto con baños rituales, vestiduras sagradas, pureza ritual.
– Dos grados sacerdotales: uno para el espacio anterior al santuario y otro para el santo de los santos: el sumo sacerdote.
Todo esto no era suficiente: hacía falta una víctima, su sangre. Con este esquema se introducía una gran distancia entre el pueblo y el sacerdote.
Eran tentativas de encontrarse con Dios.
Pero ¿Qué comunión puede existir entre un animal muerto y el Dios vivo? ¿Qué hay entre la sangre de un animal muerto y la conciencia de un hombre vivo?
El resultado era mantener rígida la separación entre el culto y la vida. Era ciertamente una posición no cerebral, seguramente dentro de un proyecto pedagógico de Dios para el hombre, en el plano de la salvación que esperaba un acontecimiento definitivo, la vida la muerte, la resurrección de Jesús.

2. La posición de Jesús
Mientras tanto Jesús es un laico. No es un separado. No está de esa parte.
Ha sustituido el antiguo concepto de santificación como separación, con el nuevo de santificación como solidaridad y comunión. (cfr. Las múltiples frases del Evangelio:
– Para participar en el culto reconcíliate con tu hermano.
– El sábado está hecho para el hombre y no a la inversa.
– Misericordia quiero y no sacrificios.
Entre los dos modos de de servir a Dios con ritos y separación o con la solidaridad humana, ha escogido lo último.
La muerte de Jesús no ha sido un sacrificio ritual, en el sentido antiguo, sino acercar hasta el extremo la comunión con Dios y la solidaridad con los hombres. No es un sacrificio ritual, sino decisión radical, que señala el paso del culto externo, convencional, al personal-existencial.
En Cristo todas las separaciones han sido abolidas, se ha pasado del “demonio” al “símbolo”. Separar es obra típica del demonio (demonio=separador).
Cristo es sacerdote no porque ha cumplido algunos ritos separados de la realidad de la existencia, sino porque ha asumido la realidad misma de la existencia, la ha transformado desde el interior bajo el impulso del Espíritu y la ha convertido en obediencia filial a Dios y solidaridad fraterna con los hombres.
El ejercicio del sacerdocio común es esto. No es asistencia a las funciones litúrgicas, sino transformación de la vida por la caridad divina dada por el Espíritu.
Ser laicos significa esto sobre todo. El sacerdocio que es de todos los bautizados es esta docilidad filial hacia Dios y solidaridad con los hermanos. El verdadero sacrificio no está junto a la existencia, sino en la existencia misma. Es ponerse a disposición de Espíritu para la propagación de la comunión en el mundo. 
Rom. 12,1: “Os exhorto a ofrecer vuestro cuerpo…” Un matrimonio cristiano que se ama son sacerdotes que están ejercitando este culto fundamental. El sacerdocio no está en contraposición de la laicidad, sino que es su determinación.
Dificultades: los dos son sacerdocios. Se dice: existe un sacerdocio ministerial que es el que vale, el sustancial es un sacerdocio común, que es el metafórico, como comparación.
Sin embargo hay que hacer una conversión: el verdadero sacerdocio es el común, es el más importante y lo poseen todos. El objetivo del sacrificio de Cristo ha sido el de “inventar”, dar vida, origen al sacerdocio común.
El sacerdocio ministerial es un medio establecido por Cristo en vistas al ejercicio del sacerdocio común, es sacramento de Cristo mediador. Precisamente porque, solo gracias al sacrificio de Cristo, todos pueden dirigirse a Dios, es necesario el signo del sacerdocio ministerial.

I. El servicio del sacerdote Consiliario en la Acción Católica a la luz de las cuatro notas (AA20)
Dentro de esta perspectiva se califica el servicio del sacerdote consiliario en una organización que tiene unas notas definitorias que son:

I.1. Eclesialidad: Vivir lo que está llamada a vivir la Iglesia
La primera opción pastoral de la NMI es la contemplación de Jesús. Se escriben bastantes páginas en estos documentos sobre la figura de Jesús. Él es el centro, es por Él por quien vivimos, es a Él que nos debe llevar la vida asociativa, es a Él a quien queremos servir. Jesús es quien da sabor a nuestra vida. El consiliario que ofrece el servicio de Jesús Pastor es el primero que hace de la contemplación su experiencia decisiva.

I.2. Laicidad: Aspirar con todas las fuerzas a la santidad
El espacio de la vida de un fiel laico no es junto al mundo, sino en el mundo. Los laicos se convierten en santos en las realidades concretas de la vida cotidiana, en el amor a la familia, en la vida matrimonial, en los compromisos de trabajo y estudio, como los sacerdotes lo hacen celebrando la Eucaristía y ofreciendo los sacramentos. Los militantes de AC no son expertos en la parroquia, sino en la santidad laical. Es necesario redescubrir la belleza de ser cristianos, estar bautizados, ser sacerdotes, reyes y rpofetas del Reino de Dios. Esta santidad laical se convierte inmediatamente en misión, comunicación del Evangelio. No podremos callar, no podremos no comunicar lo que Jesús obra en nosotros.

Nuestras vidas, muchas veces están cansadas, sin sentido, porque cuando tenemos dudas en vez de aclararlas o involucrar a otros en nuestra trabajosa adhesión al Evangelio, nos miramos en el espejo y seguimos mirando hacia nosotros mismos. La fe se acrecienta si se entrega. El Evangelio se convierte en luz también para ti si lo pones en la ventana para que todos lo vean. El consiliario debe ofrecer todas las posibilidades de ayuda personal, de discernimiento a la luz de la Palabra, de orientación para una vida de santidad.

I.3. Colaboración con los pastores (jerarquía): el valor del compromiso personal
Estoy convencido que, bien expresado el discurso de la laicidad, que es un discurso de santidad laical, de dignidad cristiana, de servicio al mundo, hoy la AC debe dirigirse más y de modo inteligente hacia los planes pastorales de la Iglesia y hacia las mediaciones que se hacen desde las delegaciones de pastoral. La adhesión al Papa debe estar fuera de toda duda, sin reservas. Para interpretar de todos los modos posibles las enseñanzas de la Iglesia, existen todos los puntos de vista dignos, serios y reflexionados de los distintos movimientos y organizaciones. Al Papa, a la Iglesia, a la Iglesia diocesana le interesa que haya una asociación de laicos que asume no solo la idea general del obispo, sino también su programa. Pedirá implicarse en su elaboración, pero lo más importante es que lo asuma de modo inteligente.

I.4. Organicidad: ofrecer casa a la comunión
Este ideal, los laicos lo quieren vivir unidos, con una asociación que los ayuda, sostiene un punto de vista donde mirar, ofrece el contexto de una compañía que los hace crecer. Afrontar la vida en compañía no es como hacerlo solos. La formación de los militantes debe ser más amplia que la vida del grupo ¿Hay una ayuda personalizada que nos permite vivir incluso en la familia el momento formativo, en los ámbitos de todos, en la ascética personal? El consiliario ofrece toda la ayuda necesaria para la autoformación y para convertir en formativos todos los momentos de la vida asociativa. 

El servicio del presbítero Consiliario de la AC es el de el que:
Ofrece caminos de santidad, a través de la vida sacramental. Es él solo que facilita el encuentro con Cristo en el sacramento de la Eucaristía y el perdón.

Crea sentido eclesial; es capaz de ayudar a comprender qué es la Iglesia y que estilo hay que mantener en las relaciones para vivir de colaboración y no de reivindicación.
Es guía espiritual. Esto quiere decir que es experto en leer la vida de los militantes a la luz de la Palabra de Dios, en la experiencia constante de oración, para descubrir nuevas vías de santidad.
Ayuda a descubrir la propia vocación en la vida. Existe una escucha de la vida y de la Palabra que se especializa en comprender el sentido de la propia responsabilidad hacia el mundo y hacia la Iglesia.
Sostiene la experiencia de comunión con todos los componentes de la vida cristiana de una comunidad, grupos roles, movimientos, asociaciones, responsabilidades eclesiales y civiles.
Tiene relación con el obispo y con los demás presbíteros, para que la Acción Católica no se vea como un cuerpo extraño a la vida cotidiana de la Iglesia.
Es enlace con las nuevas delegaciones de servicio pastoral diocesano y nacional. No decide sobre los planes, sino que ayuda a la integración de las fuerzas laicales con las eclesiales.


II Encuentro Continental Africano
SEREIS MIS TESTIGOS EN AFRICA. Realidad, retos y perspectivas para la formación y la misón de los fieles laicos. La aportación de la Acción Católica/2 – Bujumbura, 21-25 de agosto de 2002

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